Los collages digitales de María Tresols son absolutamente de este tiempo. Cuando los miro, sus composiciones me llevan a pensar en la Francia del siglo XVIII cuando la Razón despide a la Fe para inaugurar un nuevo paradigma en el hemisferio occidental del globo terráqueo. Hacer operaciones como esta, divagar con los pensamientos, precisa que no hayamos perdido la cabeza, claro. Luis XVI y María Antonieta, por ejemplo, se dieron cuenta tarde de que una nueva clave de lectura del mundo podía llegar cortando precisamente algunas cabezas, lugar de la anatomía que, por otra parte, suele tenerse como asiento de la razón.
El corte estaba anunciado. En la pintura de siglos anteriores están las pruebas. Tantas lechuguillas o gorgueras, como quieran llamar a esa prenda blanca y ondulante que ocultaba todo el cuello sobre la cual parecían flotar las cabezas de la realeza como si no pertenecieran al cuerpo que posaba frente al artista, algo querían decir. Ahora se sabe. No hacían otra cosa que anunciar el lugar preciso del futuro corte. Estaba cantado. Pero es el precio que se paga por no leer los signos a tiempo. En América también hubo cortes, pero sin guillotina. En su lugar unas cuantas batallas en las que posiblemente murieron tantos caballos como gente. “Caete en el abismo para el que no estás preparado” dice el texto en uno de los collages.
Y toda esta introducción para contarles que una “revolución francesa” a escala tiene lugar en los collages de María Tresols. Corta cabezas a diestra y siniestra y las reemplaza por otras. De gatos. Cut & paste. Sabemos que en la gran clasificación de los seres emprendida por la razón ilustrada los animales no resultaron favorecidos. Tampoco las mujeres. Todavía hoy se dice de las mujeres que son “gatos”. Y de los gatos que son taimados como las mujeres. Y que cuando se juntan mujeres y gatos, hay escobas que vuelan. Por eso, se piensa por ahí, necesitan una cabeza que las dirija. Una cabeza bien puesta. Como de hombre. No me queda claro quién estuvo primero. Si las imágenes o los textos. El asunto es que van juntos superando barricadas, surfeando en la red, los gatos con las banderas desplegadas conduciendo al pueblo y nos, “nos hacemos les tontes con tal de no incomodarnos el ojete”.